Friday, September 25, 2009

Thomas Sankara, un esperanza para África 1949-1987

En pocos lugares del mundo existe una distancia tan corta y tantas diferencias. Solo 14.4 km nos separan a Europa de África o a España de Marruecos que es lo mismo. Parece como si, estando muy cerca, tuvíeramos interés por seguir lejos; seamos claros, no es racismo, es clasismo, y no es necesario dar ejemplos.
El continente africano, sin embargo, nos ha proporcionado personajes que han sembrado de dignidad su paso por el mundo; uno de ellos es Thomas Sankara, gran desconocido para el mundo occidental pero un líder carismático para toda África. Hoy, 25 años después de su llegada al poder y 22 desde que lo asesinaran los soldados de su amigo y actual presidente de Burkina Faso (antes Alto Volta) Compaoré, sigue vivo en las calles de toda África. Taxis, motocicletas, cuadernos escolares, llevan su nombre o su fotografía y en los mercados se adquieren grabaciones de sus discursos; por ello, campus y comedores universitarios de toda África han tomado el nombre de Thomas Sankara.
Su estilo de gobierno le llevó a mantener actitudes inusuales en nuestro mundo. Nada más llegar al poder vendió las limusinas del estado y las cambió por el modesto R-5, convirtiéndolo en coche presidencial. Rebajó su sueldo y el de su gobierno y su madre no dejó de seguir vendiendo especias en un puesto de Uagadugu. Pero ésto no deja de ser una mera anécdota para relatar los logros de sus cuatro años de gobierno en el que la lucha contra la corrupción fue una constante.

Construyó miles de escuelas rurales hasta erradicar el analfabetismo. Como firme defensor de la igualdad entre el hombre y la mujer, dicto leyes contra la ablación y la poligamia e incorporó a la mujer a los más altos cargos de la administración del país. En el campo de la sanidad, la obra de Sankara fue también notable; con la ayuda de voluntarios sociales de distintos países creó "comandos de vacunación" que salvaron miles de vidas.
La obsesión de Sankara consistía en mejorar las condiciones de vida de su pueblo, en que la gente pudiera saber expresarse libremente y vivir con dignidad mediante el acceso a la educación, en que pudiera alimentarse mediante el desarrollo de la agricultura y de la ganadería. También creó centenares de mini-embalses y promovió la producción local frente a los productos importados que sangraban la economía. Todo, en contra del Banco Mundial, el FMI y el gobierno francés que querían seguir controlando la economía del país y veían en él a un peligroso revolucionario.

El nuevo nombre que dio Sankara al país, Burkina Faso (La tierra de los hombres íntegros) no fue en vano. La población recuperó una dignidad perdida a lo largo de un siglo de sumisión al poder extranjero. Ser burkinabé se convirtió en sinónimo de orgullo en todo el continente africano. Por eso, al día siguiente de su muerte, millones de africanos salieron a la calle enfurecidos porque les habían arrancado la esperanza. Habían perdido al líder carismático, al presidente valiente y honrado que todos los pueblos africanos querían para sí.

No, no todos los políticos son iguales, Sankara era un ejemplo para todos pero, sobre todo, para un continente cuyas extraordinarias riquezas naturales son saqueadas desde hace siglos por el occidente democrático y civilizado.

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